Alfredo Gómez Cerdá es este señor de la fotografía que nosotros hemos enmarcado con un marco estupendo porque él se lo merece. Tiene una página web superchula en la que podrás saber muchas cosas de él y de sus libros, clica aquí ALFREDO GÓMEZ CERDÁ. En su facebook nos ha dejado para comenzar el año esta carta que nos ha llegado al almita bibliotecaria. Como no queremos olvidarnos de ella, como queremos leerla siempre que nos den las ganas y cada vez que necesitemos reafirmarnos en nuestras pequeñas creencias bibliotecarias (creencias de bibliotecari@s de pequeñas bibliotecas de pequeños pueblos) pues la hemos traído a nuestro blog; de este modo y manera, sólo tendremos que clicar en la etiqueta Alfredo Gómez Cerdá para encontrarla... Disfrutarla!!!
Al
comenzar el nuevo año he recibido muchas felicitaciones llenas de buenos
deseos: amigos, editores (algunos de ellos amigos también), lectores,
profesores, gente que no conozco de nada… Gracias a todos por los buenos deseos
que me habéis transmitido. Pero tengo que reconocer que las palabras que más me
han emocionado han sido las que me han escrito desde algunas bibliotecas, por
lo general, bibliotecas pequeñas, de pueblo. Siento un gran cariño por estas
bibliotecas y por las personas que se baten el cobre a diario contra los
políticos de turno por su supervivencia. Cariño, claro, y también admiración.
En
nuestro país no existe un hecho cultural tan importante como las bibliotecas.
Esto debería saberlo todo el mundo. Al cabo de un año, y sin contar las
bibliotecas escolares, son aproximadamente doscientos cincuenta millones los
usuarios de las bibliotecas –y no estoy exagerando, los datos son del
Ministerio de Cultura–. ¿Qué otro hecho cultural podría congregar a tantas
personas? Por eso, resulta doloroso y triste ver el trato que las instituciones
–salvo honrosas excepciones–, empezando por el propio Ministerio, están dando a
las bibliotecas: presupuesto cero para la adquisición de libros u otros
materiales, recortes de personal, recortes de horario, supresión de
actividades... Hemos tenido que soportar declaraciones de algún político
afirmando impunemente que las bibliotecas no son rentables. Y quizá por ese
motivo, esas “lumbreras” que nos gobiernan, y que lo único que tienen es el
poder, se han permitido cerrarlas o, simplemente, dejarlas morir por asfixia.
¡¿Pero a qué tipo de sociedad quieren llevarnos?!
En
otros países las bibliotecas son el colchón que permite que muchas editoriales
publiquen libros y, de este modo, se mantengan vivas. Ellas son las que
propician con sus compras estas publicaciones. Eso, en España, ni en sueños.
Pero no es lo más grave. Las bibliotecas son puertas abiertas a la cultura,
lugares para sumergirse, para buscar, para indagar, para reflexionar, para
debatir, para soñar, para encontrarse a uno mismo o para perderse, para hablar
con los demás o para hacerlo solo, para crecer…
El
espacio de una biblioteca, por humilde que sea, es un templo sagrado. Pero un
templo sin ninguna religión, sin ninguna bandera, sin ningún himno. Es el
templo sagrado del conocimiento y de las ideas. Por eso, una biblioteca siempre
será un lugar muy bello, y no por la calidad de su edificio, ni por la
disposición de sus estanterías, ni por la funcionalidad de sus mesas… Las
bibliotecarias –ellas son mayoría– y los bibliotecarios contribuyen día a día a
consolidar esa belleza con su entrega y su dedicación, nunca debidamente
recompensadas. Y si esa biblioteca está en un pueblo pequeño, su importancia es
aun mayor, pues entonces se convierte en algo vital, esencial, diferente; será
el único puente que nos haga llegar a otras realidades, el telescopio que nos
acerque a las estrellas más sorprendentes, la tabla de salvación para los que
no quieran dejarse arrastrar por las cómodas aguas de la ignorancia.
Libros de Alfredo Gómez Cerdá en nuestra Biblioteca |
Me
han salido estas palabras, así, en tropel, después de leer la carta que me ha
escrito la bibliotecaria de Villafranca de los Caballeros, en la provincia de
Toledo, lindando con Ciudad Real. En su carta no se quejaba de nada, al
contrario, sus comentarios eran una fiesta luminosa, hablaban de libros, de
cuentos y de Reyes Magos. Era una carta que rebosaba ilusión y ganas de hacer
el trabajo bien hecho. Pero, ya sabéis, uno se pone a escribir y sale lo que
sale.
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