lunes, 7 de abril de 2014

Manifiesto en defensa de las Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha




No puede haber Biblioteca sin bibliotecario. Alzamos la voz los bibliotecarios municipales que sufrimos jornadas insuficientes, precarias y con un altísimo porcentaje de medias jornadas laborales o inferiores. En la mayoría de los municipios existe un solo bibliotecario, generalmente personal laboral con categoría profesional de auxiliar de Biblioteca. Bibliotecarios de facto pero con sueldos y categoría profesional mucho más bajos que su ejercicio profesional real, o simplemente abiertas sin personal bibliotecario, atendidas por ejemplo por el alguacil local. 42 han sido cerradas ya en nuestra región, mientras que otros muchos bibliotecarios son presionados con amenaza de cierre, de despidos, con la precarización de sus condiciones de trabajo, contraviniendo la propia ley de bibliotecas.
No se puede hacer biblioteca sin un apoyo institucional traducido en los recursos fundamentales para desarrollar nuestra función, apoyo que es esencial en el buen funcionamiento de este servicio público. Sin embargo, y en paralelo a las draconianas medidas que sufren las Bibliotecas Públicas del Estado, que el gobierno regional gestiona en las capitales de Castilla-La Mancha, tanto en recursos económicos e infraestructuras como en personal, las bibliotecas municipales llevamos tres años en el más absoluto desamparo sin recibir un euro, se argumenta que no hay dinero y que el que hay ha de dedicarse a otras necesidades más acuciantes. No es de extrañar que se nos toree con argumentos sin datos reales. Está claro cuáles son las prioridades para este gobierno. Para ellos somos un gasto, casi un lujo insostenible, inútil por improductivo. No somos rentables, pero ¿Hemos de serlo? ¿Rentabilidad económica? Efectivamente no es esa la nuestra, somos un servicio público y somos altamente productivos en democratizar la cultura a través de la lectura y muchas otras actividades en aquellos lugares donde la redistribución de la democracia va paralela al ínfimo número de votantes. Por ejemplo, nos encargamos que a los niños con menos recursos de nuestras poblaciones no les falten los libros de lectura obligatoria, y no gratuitos, para sus escuelas e institutos. Y por supuesto “no generamos puestos de trabajo”, para eso están los cementerios nucleares en zonas igualmente despobladas.
La cultura, ese peligroso licor guardado en las barricas de los monasterios, que se convierte en subversión destilada por doquier a través de los libros; licor que provoca un brillo especial de libertad en los ojos. Pero aun siendo redistribuidores de cultura democrática, no brillamos tanto como otros colectivos hermanos, actores de cine o teatro por ejemplo, que están pasando por lo mismo que nosotros. No somos un colectivo fuerte, si la gente se queda sin bibliotecas en pueblos que se van deshabitando lentamente, ¿A quién le va a importar? No vamos a poder presionar como lo han hecho con enorme coraje los trabajadores de la recogida de basura en Madrid. No vamos a brillar como la falta intolerable de medios en los hospitales públicos, ni la emigración de nuestros científicos o nuestros jóvenes.





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