Castilla-La Mancha celebra desde 1992 el Día del
Libro como uno de sus acontecimientos más multitudinarios y queridos. Desde
entonces, ha sido tradicional que un autor vinculado con la región, dedique
unas palabras, unas reflexiones personales en torno a la importancia del libro
y la lectura para su difusión en forma de Manifiesto cada 23 de abril.
Este año, en el que celebramos el IV
Centenario de la muerte de Cervantes, celebramos también el primer centenario
del nacimiento del dramaturgo alcarreño Antonio Buero Vallejo, quien además,
tuvo el honor de ser el primer autor en realizar, en 1992, el Manifiesto por el
Libro en Castilla-La Mancha. Por este motivo, desde la Consejería de Educación,
Cultura y Deportes, se ha querido recuperar el Manifiesto de Buero Vallejo de
1992. Tan vigente hoy como hace 24 años.
SIN LOS LIBROS NADA SOMOS
Vivimos en el mundo y sin
él nada seríamos. Para vivir en él, para contribuir a su difícil esplendor y a
su siempre anhelada humanización; para que él a su vez nos fecunde y
perfeccione, precisamos indefectiblemente de los libros: hay que
escribirlos pero, sobre todo, leerlos. Y el mundo también los
necesita. Si nada seríamos sin él, nada sería el mundo sin ellos. Poco sabría
el mundo de sí mismo si no leyéramos lo que es y lo que no es; muy poco
sabríamos también de nosotros mismos sin esa inmensa biblioteca creada por los
seres humanos esa guía del mundo en que moramos mas también de nuestros propios
enigmas y problemas. Nuestro vivir depende del contorno inmediato, pero hoy, y
cada día más, del vasto contorno inexorable que llega incluso hasta las
galaxias. De ahí, la necesidad de conocerlo y de conocernos.
¿Se le puede dar la
vuelta al mundo en 80 libros? Tal vez sí, al menos en un primer recorrido
iniciático, pues los mejores libros son, a su modo, certeras pistas del viaje
inacabable que a él nos acerca y, asimismo, a los misterios de nuestra propia
personalidad.
El aluvión de los medios
audiovisuales generado por la "cultura de la imagen" podrá acaso parecerles
a muchos suficiente para el acceso a cuanto el planeta y nuestros semejantes
pueden ofrecernos y aun a cuanto acertemos a interrogarnos acerca de nuestras
realidades más íntimas, pero si fomentase el abandono de la lectura llegaría
quizás a ser funesto para la magna aventura de nuestra especie. No nos
engañemos: antes y después de esa cultura visual hay que partir siempre de los
libros y regresar siempre a ellos. Igual que la palabra viva de todo buen
maestro, la mejor información de las pantallas de televisión o de los
ordenadores nos es utilísima, pero no anulará la imprescindible frecuentación
del libro que la expone a fondo; la mejor novela trasladada al cine o al vídeo
no puede superar el sosegado saboreo de su lectura. Y aún cabría añadir: la mejor
escenificación de una gran obra de teatro la abrillanta y la culmina, más no
suplantará al libro que la ha originado y que permanece después que ella se
esfuma.
Pero ¿dónde están los
libros? Incontables personas forman su biblioteca particular: la de los
volúmenes profesionalmente útiles, la de los preferidos para el deleite y la
distracción, la de los que agrada releer. No todas pueden, sin embargo, acopiar
esa colección, modesta aunque sobrepase a 80 libros predilectos, ni todas
pueden adquirir siquiera, en esta época de tanto desarrollo pero de hartas
escaseces, los libros que desearían. Los pueblos que aspiren a culturizarse han
de consolidar por ello su red de Bibliotecas Públicas, donde, si tampoco es
posible encontrarlo todo, sí se halla mucho más de lo que un pobre hogar podría
reunir. Niños y niñas pueden enriquecer en ellas su sensibilidad con los más
fascinadores cuentos infantiles, Muchachos y muchachas, satisfacer su sed de
aventuras, sentimientos y, fantasía, allí la persona adulta descubrirá el
incomparable gozo de la gran obra literaria; quienes estudian dispondrán allí
de textos que iluminen decisivamente su tarea.
Emprendamos, pues, la
vuelta al mundo y a nuestro propio interior mediante los libros. Somos personas
porque leemos y, lo seremos cada vez más si no pasamos día sin lectura. Y el
mundo en que vivimos lo es por los libros que lo reflejan. La ciencia, el arte,
el pensamiento, no existiría sin ellos. Las Bibliotecas nos esperan siempre;
sus estantes nos reservan no sólo
auténticos placeres, sino
buena parte de
nuestra verdadera madurez.
¿Quién, que lo comprenda,
querría resistirse a tan limpia llamada?
Antonio Buero Vallejo (1916-2000)
¡Precioso discurso! Lo difundiré. Gracias
ResponderEliminarBuero Vallejo, es que es un grande. Gracias a ti por difundirlo.
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